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viernes, 21 de diciembre de 2012

TODO FINAL ES UN PRINCIPIO


Hoy se les acaba el cuento a los que se han dedicado a meterles el miedo en el cuerpo al personal con el presunto fin del mundo pronosticado para hoy por una piedra maya. Ya hubo paranoias similares en el año 1.000, con los eclipses, los cometas, de nuevo en el año 2.000, según San Malaquías cuando el actual Papa pase a mejor vida, y así sucesivamente siempre habrá alguna teoría rocambolesca para comer el coco al que tenga ganas de creérsela, por imaginación que no quede la cosa.





Pero al final nada de nada, hoy al final será un día igual que todos, y mañana como todos los años no nos tocará la lotería y veremos por la tele a los afortunados de turno refregarnos su décimo con champán y pegando botes de alegría. Por lo menos sí se cumplirá que es el fin de algo: sin fecha definida, voy a dejar aparcada mi participación competitiva y, como es lógico, su narración en este blog.




No es un pronto que me haya dado de un día para otro, llevo algún tiempo meditándolo, y al igual que el comienzo fue un proceso elaborado de forma paulatina, este punto (¿y aparte? ¿final?) se ha ido cociendo a fuego lento a lo largo de los últimos meses. Y es que, aunque este año haya sido bastante especial en cuanto a logros (mi primera maratón, mi travesía a nado más larga, mi primer medio Iron Man...), también he empezado a notar síntomas de estar exigiéndome demasiado, tanto a nivel físico (molestias varias, falta de recuperación, baches continuados...) como psicológico (desmotivación para entrenar, menor ilusión por las competiciones...) así que es mejor hacer un alto en el camino, recuperar fuerzas y ganas, replantearme objetivos, y quién sabe, quizás luego volver a disfrutar a tope. No me gusta hacer las cosas a medias ni forzado, así que a la larga va a ser la mejor decisión posible.




Evidentemente no significa que deje de hacer deporte. Seguiré con mi futbito los lunes, con el padel algunos fines de semana, y aunque sea con menor frecuencia, distancia e intensidad, seguiré nadando, pedaleando y corriendo, sin competir pero sin parar del todo. Tal vez de ese modo, sin presión ni fechas prefijadas, pueda volver a disfrutar de nuevo de llevar un dorsal encima y de tener siempre una fecha en rojo en la mente.




Aunque sea de modo breve, dejaré en esta entrada una pequeña cita a mis últimas competiciones:



 - 26/08/12. Subida corriendo al Puerto de Las Palomas. Un entreno de calidad muy chulo, bien la primera mitad, en la segunda pasado de rosca.


- 02/09/12. Triatlón de Rota. Sin presión ninguna, porque estaba entrenando el 1/2 Iron Man, y por lo tanto no estaba pendiente de ritmos, lo hice para desfogarme. Buena natación, de distancia casi olímpica, la bici a mi ritmo, no mal del todo, y la carrera bastante presentable.


- 09/09/12. Triatlón de Chiclana. Ya os lo conté en el Facebook, me lo perdí por una otitis. Si en Agosto empecé a entrenar poco la carrera, aquí además dejé de nadar casi un mes.

- 13/10/12. 1/2 Iron Man de Sevilla. Sólo había entrenado en condiciones las semanas anteriores la bici, y tampoco para tirar cohetes. Aun así, tirando de casta y viviendo de las rentas de los entrenos anteriores, una natación aceptable, una bici entrando en reserva y una carrera pidiendo la hora casi desde el principio me permitieron acabarlo.





- 28/10/12. Triatlón del Puerto de Santa María. Mi última competición hasta el momento. Sin estar completamente recuperado del 1/2 Iron Man, hice una natación muy decente, una bici más presentable de lo que me esperaba, y una carrera frenado por las secuelas de dos semanas antes.




Tras esta prueba, entre el cansancio, la desgana y la lluvia apenas he entrenado, tan sólo días sueltos, sin llegar nunca a alcanzar una regularidad de más de una semana consecutiva. Con la forma perdida, algunos kilos de propina en la barriga y resintiéndose mis piernas de la inactividad y del mayor peso. Viendo como se acerca la fecha de la maratón de Sevilla, a la que he decidido renunciar teniendo ya la inscripción hecha, así que el que quiera mi dorsal, ya sabe...





Para no dejaros mal sabor de boca, uno de los motivos de la falta de motivación es que mis prioridades son ahora otras. Aparte de seguir buscando trabajo, para lo cual estoy estudiando inglés (por aquello de lo de "sin fronteras", que nunca se sabe...), dejaré de momento de ser triatleta, pero para finales de Marzo (tercer mes del año) de 2013 (2 + 1 = 3), con la llegada de Paloma, Pilar y yo seremos una tri-familia. Así que a partir de esa fecha mis triatlones serán nadar entre pañales y biberones, pasar de las dos ruedas de la bici a las cuatro del carrito, e ir corriendo a la farmacia o al supermercado para comprar lo que vaya haciendo falta antes de que cierren.




Pues lo dicho, que espero que no sea un adiós sino un hasta luego, que intentaré retomar la lectura de vuestros blogs y que eso me ayude a retomar el mío y mis pruebas. Que he disfrutado mucho de esta etapa, en la que he vivido momentos muy buenos, conocido a gente estupenda como sois vosotros, y que deseo que no perdamos el contacto, sea dentro de las carreras o fuera de ellas. Un abrazo muy fuerte, y seguid dando brazadas, pedaladas y zancadas, por esta vez confío en que no cunda mi ejemplo.

lunes, 20 de agosto de 2012

DÉJÀ VU EN FORMATO ANFIBIO

Hoy viene a cuento este "palabroto" o galicismo en el título (supongo que esa sensación extraña os habrá sucedido a vosotros también alguna vez)  debido a las coincidencias entre las pruebas de mi tercer y último doblete veraniego, recorriendo  las mismas playas de Rota (Punta Candor y La Costilla) pero con un "pequeño" matiz diferencial: el sábado lo hice nadando (sólo vuelta) y el domingo corriendo (ida y vuelta).


Para la travesía de Rotalagua del sábado, me desplacé antes el viernes por la tarde con Pilar a Rota, pues estábamos citados para recoger el material, recibir información y consultar todas las dudas que tuviéramos en el café-bar Badulaque, con una situación envidiable en primera linea de playa y unas vistas panorámicas de la Costilla a través de sus cristaleras. Apenas acudimos menos de la mitad de los nadadores inscritos, el resto recogerían su bolsa la misma mañana del sábado. De las cosas que nos comentaron la que más preocupados nos dejó a todos fue que el coeficiente de la marea baja iba a ser muy alto, motivo por el cual había que tener mucho cuidado con no desviarse del recorrido, porque a la altura de los corrales de la Punta del Boquerón la profundidad iba a ser muy escasa, y el riesgo de "encallar" con las rocas era bastante considerable. También nos comentaron que habría ligeras modificaciones para acortar el recorrido, pues si seguíamos las boyas a rajatabla serían casi 7.000 metros en lugar de los 5.000 anunciados.


El sábado llegué temprano, y ya comencé a encontrarme con caras conocidas: Antonio Mariscal, Selu, Silvestre, y muchos otros componentes del Activa Club Triatlón Xerez. Tras un desayuno rápido, nos dirigimos al paseo marítimo donde pudimos dejar nuestra bolsa en el guardarropa, colocarnos el neopreno bien untados de vaselina para evitar rozaduras, y a subirnos en el tren turístico que nos iba a acercar a Punta Candor. La estampa del trenecito con más de 70 nadadores, embutidos casi todos en un neopreno, con el gorro y las gafas en la cabeza, y amenizado nuestro trayecto por canciones tipo "La gallina turuleta", "Bob Esponja", "Que lo baile" y otras similares era francamente pintoresca, como se podía comprobar en la cara de asombro y perplejidad de los roteños y turistas que nos fuimos cruzando por el camino. Cuando llegamos a Punta Candor había varias bicis esperando apoyadas a los triatletas que se encontraban entrenando para el Triatlón de Rota, con los que nos cruzamos cuando salieron del agua, entre ellos estaba Manu-Caxaira, al que pude saludar brevemente.


Antes de salir nos avisan de la 1ª modificación del recorrido: en lugar de seguir las pequeñas boyas amarillas que marcan la zona de baño, al principio tendríamos que ampliar la salida llegando a dos boyas grandes que colocaron  con el fin de que nos separemos aún más de los corrales. Se da la salida y me la tomo con tranquilidad, pues hay por delante un largo camino por recorrer, y nadando se hace aún más largo. Al poco de separarnos de la costa comienzan los problemas: las *$%# gafas, que &"@/ sea la hora en que me las compré, vuelven a desajustarse, no para de entrarme agua en los ojos, y no veo un !;?=| (creo que más o menos se me entiende). Me paro y trato de ajustarlas bien, pero es inútil: cada dos por tres se me vuelven a mover.


En esas condiciones, como es lógico, es imposible que consiga seguir la estela de los más rezagados, y en poco tiempo me quedo atrás del todo. Continuamente me tuerzo más que los carritos del supermercado, y uno de los piragüistas voluntarios se tiene que dedicar en exclusiva a mí, si no hubiera acabado como David Meca, pero en lugar de ir hacia África vete tú a saber si iba a tirar hacia las Canarias, Azores, Cabo Verde o el Algarve (como estamos de vacaciones y en crisis, hay que buscar formas baratas para irse de viaje). Soy tan cabezota que me tiro casi una hora luchando inútilmente con las gafas, parándome más veces que los pasos de Semana Santa, hasta que me rindo a la evidencia y le pido ayuda al piragüista. Avisa a la lancha de Protección Civil, y hago una parada técnica en boxes: subo como puedo, con calambre de gemelo incluido, aprieto bien las gomas y vuelvo a tirarme al agua.


¡ASI CUALQUIERA!
A partir de aquí la película cambia bastante: ya no es una versión acuática de "El Proyecto de la Bruja de Blair" o de "REC 2" donde no se ve "ná de ná", sino más bien una proyección a cámara lenta de "El acorazado Potemkin": nado mucho más cómodo, no me desvío tanto, y aunque en cada boya paro un momento a "asomar el periscopio" para orientarme porque están muy separadas, siempre hay alguna piragua o lancha en el horizonte que me sirve de referencia. Lo que me preocupa ahora es que he perdido mucho tiempo y no sé si voy a ser capaz de acabar la travesía dentro del tiempo establecido, ya que aún no he llegado al barco de avituallamiento que se supone que estaba a mitad de recorrido. Cuando por fin empiezo a verlo, tengo corriente en contra que me frena, y se me acercan los de Protección Civil a avisarme de que el organizador les ha pedido que me adelanten un poco para no ir tan separado del resto de nadadores. A regañadientes acepto la decisión: no voy tan cansado como para no llegar, pero con la responsabilidad que ellos acarrean al embarcarse en un "fregao" de esta envergadura no es plan de montarles un numerito y complicarles la vida.



Los de la lancha me adelantan unos 200/300 metros, ya estoy casi al lado del barco, y me comentan la segunda modificación: en vez de ir de los barcos hacia las boyas de costa, hay que atajar y dirigirse en diagonal directamente hacia La Costilla. Así que de nuevo al agua y a nadar lo que queda del tirón. En esta zona la referencia es el edificio alto de la costa y las piraguas y lanchas que tengo por delante, además que otros nadadores a los que gracias a la "ayudita" he alcanzado. Voy más o menos a su mismo ritmo, sin los problemas con las gafas habría estado todo el rato acompañado y la travesía y la orientación hubieran sido mucho más llevaderas, pero son gajes del oficio 100% culpa del menda lerenda. Ya se nota el cansancio y el dolor en forma de quemazón en los brazos, pero poco a poco nos vamos acercando. Cuando por fin llegamos a la orilla y hacemos pie, hay mucha gente aplaudiéndonos, yo me espero a que los dos nadadores con los que he coincidido al final y algún otro que iban un poco más atrás me adelanten, ya que mi posición correcta en la clasificación tenía que ser la que era cuando me remontaron, la última posición, entrando en 2 horas 40 minutos.



En la orilla y comentando la prueba, todos coincidíamos en lo dura que había resultado, por su longitud, difícil orientación, ligera corriente en contra... Lo curioso es que nadie se ponía de acuerdo en la distancia total. Algunos decían que un poco menos de 5.000 metros, otros que más de 6.000... Todo depende de lo más o menos recto que haya hecho cada uno su trayecto. En cualquier caso, y a pesar de la "ayudita", fueron "una jartá" de metros, más de mi record anterior en el mar (unos 3.000 aproximadamente) y en piscina (4.000), y más de los míticos 3.800 que son necesarios para completar un Iron Man, así que ya he conseguido hacer dos de los tres parciales por separado (la maratón ya la completé en febrero), y el sueño empieza a estar un poco menos lejano... Para celebrarlo, tuvimos sorteo de quesos y pantalones vaqueros (es extraño que no me tocar ningún premio, teniendo el número cinco...), y posterior cerveza y paella en el Badulaque.



Ya el domingo, con los brazos muy pesados, me fui a la Plaza de Jesús Nazareno por tercer día consecutivo (me acordé de Forrest Gump cuando iba la Casa Blanca una y otra vez en la peli, je, je...) Por allí estaban la mayoría de los Rábita Ruta: (Matraca, Currito, Andrés Mariño, Alberto, Manuel Andrade...) y Manu Chaparro, otro que igual te lo encuentras corriendo en lo alto de una montaña que en la playa. La asistencia fue más baja que otros años porque coincidió con la de Sanlúcar, también lo harán el 16 de Septiembre Rotaria de Cádiz y Chipiona, y en cambio el 2 de Septiembre no se corre ninguna por la playa. Señores organizadores, un poquito de coordinación, por favor...   



Con un poco de retraso se da la salida, en una mañana calurosa y con escaso viento para refrescarse. No las tengo todas conmigo de si podré correr a tope, después de la paliza del día anterior. Aunque nadando apenas uso las piernas, la sobrecarga de ejercicio te puede afectar en forma de dolores en la espalda, falta de energía, dificultad psicológica para exprimirte a tope... Salgo un poco reservón, buscando un ritmo lo más homogéneo posible. Me sitúo detrás de un grupo numeroso de unos 20 corredores, al principio consigo mantener la distancia con ellos, pero poco a poco se me van escapando. Me centro en encontrar mi ritmo y creo que lo encuentro, cómodamente duro o duramente cómodo, a gusto del consumidor.




Llegamos al punto de giro, a la vuelta apenas varían las posiciones. Adelanto al principio a varios, pero luego poco a poco me adelantan otros. Voy todo el rato "pidiendo la hora", buscando en el horizonte el arco de meta, que tarda en aparecer pero por fin lo hace. Un último apretón final y entro con un tiempo bueno para mí, 36'35", casi dos minutos menos que el año pasado. Saludo a los conocidos, y me voy rápido para casa a descansar, que ya he tenido bastante entre los dos días.




Un nuevo reto por tanto conseguido, aunque haya sido con el asterisco de la ayuda, pero se compensa con los metros que nadé de más al principio. Para el fin de semana que viene tendré otro desafío montañero, la subida al Puerto de las Palomas. Es de mayor distancia y desnivel acumulado que la minisubida al Veleta, con menor pendiente media y a menor altura, pero casi con total seguridad hará más calor. Ya os contaré qué tal me defiendo en esta ocasión.

martes, 7 de agosto de 2012

¿PLAYA O MONTAÑA? ¿Y POR QUE NO LAS DOS COSAS?


Las vacaciones de verano son el fruto merecido del descanso tras un largo año de trabajo... y a su vez son fuente de negocio para muchos abogados matrimonialistas en septiembre, que es el mes donde más divorcios se producen. Y es que a muchos tantos días seguidos de convivencia no les sientan demasiado bien, y como consecuencia las discusiones suben como el mercurio dentro del termómetro: que si pasamos unos días con tu familia o con la mía, que si nos llevamos o no con nosotros a los abuelos/suegros... También hay quien discute por el sitio, aunque la mayoría se decanta por la playa debido tanto a la cantidad y calidad de las que disfrutamos en nuestras costas como a las elevadas temperaturas propias de estas fechas, hay quien prefiere la tranquilidad del turismo de interior, ya sea cultural, gastronómico, de naturaleza...



Durante muchos años he tenido la suerte de poder pasar largas temporadas en la playa gracias a que mis abuelos o mis padres siempre han tenido una cama y un plato para mí, pero también he probado en bastantes ocasiones la opción del interior, sobre todo la de naturaleza cuando me he ido de campamentos de verano, y es una alternativa muy interesante. Y ahora que le dedico tanto tiempo a mi afición por el deporte, no iba a ser menos que sólo participara en competiciones playeras, también hay que darle alguna oportunidad al campo o a la montaña en verano. Así que este verano voy a probar con las dos opciones.



En la playa este año la prueba más especial que voy a hacer será la II Travesía Rotalagua, 5 Km de nado desde Punta Candor hasta la playa de La Costilla, con neopreno y aletas opcionales. Ya he hecho muchas de hasta 1.500 metros, pero por encima de esta distancia hasta ahora sólo había realizado el relevo del Desafío Doñana, que fueron 2.800 metros y encima nadé algunos metros de menos. Así que además de alargar los entrenamientos tanto en piscina como en la playa, en lugar de competir en el acuatlón de Rota con el gemelo aún no recuperado del todo, preferí participar en la travesía de Cádiz, de 2.600 metros, para ver qué tal aguantaba una distancia más larga que de costumbre.




La salida no era tan temprano como es habitual, a las 11:15, así que no tuve que madrugar. Para conseguir aparcar el coche di mas vueltas que los coros en el carrusel, acabé aparcando detrás de la piscina municipal. De camino a la playa pasé por delante del Holliday, pero no vi por allí a ningún Pureta del Caribe "de after". Tras recoger el dorsal, me refugié del sol en el paseo marítimo a hacer tiempo, y ya cuando se aproximaba la hora me acerqué a la orilla a calentar un poco y enterarme del recorrido. Bastantes nadadores inscritos, más de los que me esperaba por la longitud de la prueba, y una mayoría de gente joven y bien preparada.





Cuando comienza la prueba salgo desde el principio de los últimos para no recibir leña, intento ir a un buen ritmo con la intención de no separarme de la cola del grupo principal, pero una mala colocación de las gafas me hace parar a ponérmelas bien, y pierdo unos segundos que ya no voy a poder recuperar. Tras llegar a la primera boya y girar a la derecha, me fijo que uno de los que va a mi lado va alternando braza y crol, y aun así me cuesta despegarme de él. Conforme avanzamos, las boyas se convierten en un laberinto: unas veces más cerca de la orilla, otras más alejadas... Parecía que las hubiera colocado un borracho de los del Selu. Se pierde tiempo y se nadan metros de más de esta forma, a no ser que te orientes muy bien y no te desvíes del camino correcto. Tanto es así que cuando me acerco a la mitad de la prueba, empiezo a encontrarme con los de cabeza enfrente mía, y hago todas las virguerías posibles para no chocarme con ellos. Un par de veces sí que tuve algún pequeño choque pero afortunadamente sin consecuencias.



Llegando a la última boya de giro hacia la playa, otro nadador que venía muy desviado desde mar adentro alcanza la boya con mucha velocidad. Casi chocamos, pero con educación él se disculpa y yo le cedo el paso, imaginaros si no ponernos allí a rellenar el parte amistoso... Me oriento bien al salir, ya que hasta la meta no es en ángulo recto pero había elegido un buen edificio de referencia. Llego de los últimos en 59 minutos (creo que la distancia, aparte de los desvíos, de por sí era un poco más larga de lo anunciado), pero satisfecho, porque aún me veía con energías para haber seguido más rato si hubiese sido preciso, así que voy por buen camino. Tras dar la vuelta me alcanza un nadador más rápido que yo pero que se había desviado mucho. Cuando se va para adelante y se abre mucho a la derecha no le sigo pensando que se a vuelto a equivocar, pero ir "de enterao" por la vida es una postura poco aconsejable, porque al rato me doy cuenta que soy yo el que voy mal, así que otro zig-zag a la derecha para corregir rumbo y volver a la boya correcta. Conforme sigo avanzando voy perdiendo ritmo y me adelantan varios nadadores, ya no sé si voy el último o no, pero no me preocupa demasiado: algún día me tocará ser el farolillo rojo y punto, no pasa nada.



Para la montaña elegí una prueba de renombre, en su versión reducida, la cual estuve a punto de disputar el año pasado, pero por problemas de fechas tuve que renunciar a ella: la minisubida al Veleta. No es tan dura como hacer los 50 Km y más de 2.600 metros de desnivel desde Granada, pero los 11 Km anunciados (luego fueron varios menos) con 775 metros de desnivel entre los 2.525 y los 3.300 tampoco es moco de pavo. Sí que tuve que madrugar como los de la prueba larga para estar a las 7 de la mañana en el paseo del Salón, animar a los valientes (entre ellos, un deportista tan genial y entrañable como Super-Paco) en sus primeros metros y luego subir en los autobuses que nos acercarían a la Hoya de la Mora. Al principio fuimos de autobús escoba detrás de los últimos corredores, hasta terminar de atravesar Cenes de la Vega y desviarnos a la carretera nueva, donde adelantamos a los corredores que lideraban la prueba. Paramos en la mitad de la prueba, en el Centro de Visitantes El Dornajo. Los autobuses eran compartidos con los acompañantes, al decir que estaríamos allí una hora viendo pasar a los corredores me relajo, voy a un bar, me siento tranquilo, hablo por teléfono con Pilar... ¡Y de repente veo que mi autobús no está! Resulta que habían avisado para que los corredores nos subiéramos y salir y yo no me había enterado. Globería mayúscula de altos vuelos, de gran altura, de categoría especial... todo muy a juego con la prueba del día.


Tenía tres opciones: 1ª renunciar a correr (descartada en 0,5 segundos), 2ª empezar a correr desde allí y no hacer ni la minisubida ni la entera, sino la  media (hubiera sido el primero y el último de la clasificación oficiosa, se me pasó por la cabeza pero decidí probar antes la tercera opción), y 3ª buscar algún alma caritativa que me subiese en coche, moto, autobús o a patadas en el culo por huevón. Tuve suerte de que estaba por allí el director de la carrera, Enrique del C.A. Maracena, que tenía que subir en coche de todas formas, y de paso aproveché el trayecto para charlar con él y conocer más detalles de la prueba y de lo difícil que resulta su organización. Tras un par de paradas en los puntos de avituallamiento intermedios donde Enrique tenía que lidiar con todos los imprevistos que iban surgiendo, llegamos a donde estaban esperando el resto de los corredores de mi prueba. Pude saludar brevemente a Manu Chaparro de ADS (un crack, quedó segundo) y a Jose Manuel de Los Jartibles (otro fenómeno, llegó noveno), y tras pasar los líderes de la carrera larga comenzamos nosotros con nuestra versión reducida.


Desde el principio tengo claro que las referencias típicas de distancia y velocidad no me van a servir de nada. De hecho, el dato que más miro en mi reloj no es cuántos kilómetros llevo o a qué ritmo voy, sino la altitud a la que estamos y las pulsaciones para no pasarme de rosca. Todos salimos de primeras en tromba como es costumbre, pero tras dar las primeras zancadas... Ya lo había experimentado el año anterior cuando subí a ver el triatlón de Sierra Nevada y corrí varios kilómetros por aquí, por más que te esfuerzas en respirar parece que siempre te falta aire. De primera las pulsaciones se disparan, toca acortar zancada y ajustar el ritmo a lo que los pulmones te permiten. Los primeros kilómetros ya son a más de 6 minutos, contaba con ello y con que conforme subiéramos iría aumentando esa cifra.


Por si no teníamos bastante con las pronunciadas cuestas y la escasez de oxígeno a esta altura, la mañana se presenta con fuertes rachas de viento frío, que en las rectas en que nos toca de frente a veces nos frenan casi en seco. Los que van en grupo se refugian detrás del que va en cabeza, pero como yo siempre voy por libre no tengo ningún parapeto. Durante un rato vamos adelantándonos alternativamente con un chico del C.A. Puerto Real que me dice que lo que él practica es el salto de altura. ¡Chaval, que ésto es una prueba EN altura, no DE altura! Para que veáis que no soy el único despistado, je, je. Aun así se defiende bastante bien (luego me contó que antes también practicó los 800 metros), es de piernas largas, y alternando andar con correr se mantiene siempre cerca mía, hasta que encuentra su ritmo y ya se va para adelante definitivamente.



Poco a poco consigo ir subiendo, muy lentamente: 2.600, 2.700, 2.800... la mayoría de los kilómetros los paso a más de 7 minutos. Con la respiración tan forzada no me atrevo a beber en los avituallamientos, de todas formas no hace calor y el frío viento no hace necesario el sudar. De vez en cuando adelanto a algún corredor que se atranca y se pone a andar, otras veces me adelanta alguno que regula mejor su ritmo. Todo el camino es por asfalto, pero en algunos tramos está muy estropeado y hay que ir con mucha atención para no tropezar en algún socavón. Cuando me adelanta uno de los participantes del duatlón (es el primero año que se hace) lo reconozco por su trimono: ¡es Minda! (Quedó segundo, no me extraña con lo fiera que es). Lo saludo y apenas podemos intercambiar palabras, hay que administrar el oxígeno, quedamos en charlar en la meta.


Con mucho esfuerzo para no andar cuando corro contra el viento, sigo ascendiendo: 2.900, 3.000... Llego a un avituallamiento en el Km. 7 para nosotros, donde hay un cartel que indica el Km. 45 para los de la prueba larga: ¿significa que quedan aún 5 en vez de 4? Le veo el lado bueno: así la pendiente media será más baja.  3.100, 3.200... Cada vez un poco más lento, a 8 e incluso a 9 minutos el kilómetro. Procuro concentrarme en disfrutar una ocasión tan especial: miro el paisaje de las montañas alrededor, hacia abajo el reguero de corredores y más allá la estación de esquí, los pueblos, Granada... La vista se pierde a lo lejos, el silencio lo inunda todo. Poco después del kilómetro 10 veo a muchos corredores sentados, y un desvío a la derecha: ¡arriba ya se ve la meta! Último sprint para llegar con las sensaciones a tope, Jose Manuel me ve y me hace una foto llegando a meta, la alcanzo en 1h 23'. Las sensaciones son magníficas, sin haber hecho entrenos específicos de cuestas ni en altura he aguantado la prueba entera sin pasar demasiados apuros ni renquear más de lo normal dadas las características de la carrera.



Allí veo a Minda y charlamos un rato de nuestras próximas pruebas a la vista (Carboneras y Cabo de Gata en su caso, en el mío además de Rotalagua los triatlones de Rota, Chiclana, Trisur, Puerto de Santa María...) Foto de recuerdo en el podium, y como tuve la globería de no llevar en la mochila ninguna sudadera de manga larga, a coger lo antes posible el microbus para comenzar el descenso por etapas: había que coger también el telesilla del Veleta (el viento me hizo tiritar el cuerpo y castañear los dientes de lo lindo), y el telecabina hasta Pradollano. Allí había que localizar primero el edificio de los trabajadores de Cetursa, donde teníamos las duchas, el avituallamiento y el regalo de recuerdo, un pedestal de plástico con el cartel de la prueba. Luego averiguar dónde coger los autobuses de vuelta a Granada, para acabar la aventura casi a las 4 de la tarde.



Muy contento con esta experiencia, cansado pero satisfecho de haberla vivido, la recomiendo a todo el mundo. Algunos pequeños fallos en la organización, pero perdonables por ser un club modesto que se atreve a montar una prueba de esta envergadura y dificultad que ya es de las más señaladas del calendario andaluz y español. Esperemos que no sucumba a la crisis, en el coche charlando con Enrique me comentó que este año ha sido el primero que les ha resultado deficitaria debido al recorte de patrocinadores públicos y privados. Sería una pena que desapareciera y otros corredores no tuvieran la oportunidad de disfrutarla como lo hicimos todos los que por un día hemos podido cumplir con nuestro sueño de pequeños de tocar el cielo con nuestras manos.

lunes, 23 de julio de 2012

ENTRENAR A LARGO, COMPETIR A CORTO Y DESCANSAR A MEDIAS

Una de las (muy) pocas cosas buenas que tiene la crisis es que la gente presta mayor atención y adquiere una mayor cultura en cuestiones financieras. A partir de ahora no será tan fácil que las entidades financieras se aprovechen de la ignorancia mayoritaria para engañar con productos poco transparentes (preferentes, derivados...) cláusulas abusivas (comisiones excesivas, suelos en el tipo de interés más altos que los pivots de baloncesto...) También se produce un mayor conocimiento del vocabulario financiero: ¿quién no ha oído hablar de la prima de riesgo?, que ya es más famosa que su primo el portero donostiarra que juega en el Osasuna. O, por poner otro ejemplo, lo de operar "a corto" (bajistas) o "a largo" (alcistas).





Para los que no se dedican a invertir y/o especular en bolsa, lo de largo/corto les sonaba más antes por lo de Tip y Coll, y ahora por lo del corto plazo y el largo plazo, sobre todo a la hora de endeudarse o de firmar un contrato. A mí me gusta más asociarlo a los objetivos, según te los propones a meses o años vista. Y también tenemos, en el caso de los que nos dedicamos al deporte, las pruebas de corta y de larga distancia. 






Pues en ese aspecto me encuentro últimamente en una disyuntiva un tanto contradictoria: mis entrenamientos los estoy orientando sobre todo para larga distancia con vistas a preparar el Trisur. Sin embargo cuando llegan los fines de semana en verano te encuentras multitud de pruebas por distintos puntos de la costa, que para evitar los efectos del calor son más bien de corta distancia y duración: carreras de menos de 9 Km, travesías de menos de 2 Km, acuatlones que se despachan en un plis plas... Y si no haces entrenamientos de series notas que te falta el punto de velocidad para disputarlas de forma correcta. E intentas meter con calzador algún entreno de este tipo, con lo que el resultado es un gazpacho o más bien un revuelto de tomo y lomo.


Os resumo brevemente (eso sí, dentro de mis posibilidades...) las tres competiciones que disputé los dos últimos fines de semana:



Una travesía cortita (850 metros de nada), a una hora intempestiva en verano (6 y cuarto de la tarde, todo un atentado contra la tradicional siesta)... Vamos, que me apunté por la novelería de que no la había hecho nunca, pero sin mucha motivación ni grandes perspectivas a priori, más que nada por probar una distinta a las que había disputado hasta ahora y por seguir adquiriendo experiencia en las salidas de natación. Baste decir que poco más de una hora antes aún trataba de despegar mi perezoso cuerpo del sofá, y después de merendar sin mucha prisa, salimos Pilar y yo un poco justos de tiempo y además sin GPS ni conocer la zona, a la aventura total. Encontramos el espigón sin demasiados problemas, y entre recoger el gorro y saludar a Irina y charlar un rato con José Prieto, que debutaba en una travesía y me dediqué a darle algunos consejos básicos, ni siquiera calenté en el agua, apenas unos estiramientos más por vergüenza torera que por convicción.


Como novedad con respecto a otras travesías, la salida era diferenciada por grupos de edad, entre 5 y 10 minutos de diferencia de uno a otro, al más puro estilo de contrarreloj ciclista. También resultó inédito para mí que no se empezaba corriendo desde la orilla, ni desde dentro del río como en Sevilla, sino saltando desde lo alto del espigón del muelle. Era poca altura, pero me preocupaba que se me movieran las gafas, así que me las apreté más que de costumbre. Aunque nuestro grupo de edad era el más numeroso, tuvimos un comienzo de carrera muy limpio, y ni siquiera la proximidad de la primera boya para girar 90 grados a la izquierda (a menos de 20 metros) resultó problemática.


Pues lo dicho, que salgo relajado y cómodo, y cojo un buen ritmillo pronto, pero la falta de tensión hace que me lo tome todo con mucha parsimonia, y que no me exprima al máximo. Me oriento bien con las boyas, bastante grandes y no demasiado separadas unas de otras. Por poner alguna pega, el agua estaba un poco sucia de algas y algunos restos de "ciudadanos" poco respetuosos con la limpieza. Después de las cuatro boyas de rigor, giro de 90 grados hacia la playa, donde también estaba muy bien señalizada la salida con dos grandes boyas verticales, y salgo en plan relajado, como si estuviera en un spa, al no tener a nadie cerca ni por delante ni por detrás para justificar la típica carrerita al salir del agua. En ese momento no piensas en los de las otras categorías para la clasificación general, pero tampoco tuvo mucha importancia al final la cosa. Espero a la llegada de José, que completó su primera travesía sin problemas, y luego de paseo hasta el coche comentando la jugada.




Esta carrera es para mí un poco especial, por ser la primera a pie que hice, y por la peculiaridad de ser un cross, que no es algo que suela hacer normalmente. Aunque la distancia sea un poco corta para lo que estoy acostumbrado (sólo 5 Km) me gusta hacerla como contraste, y porque me sirve de referencia de cómo voy cada año al ser el tercero seguido que la disputo. Muchas caras conocidas por allí: una amplia representación de los Rábita Ruta (Matraca, Currito, David-León, Alberto, Javi Mañas...), José Prieto, Diego-Trajano y Rosalía, Mª Ángeles del Correplayas, Jesús al que conocí aquí el año pasado...


Tras un calentamiento apresurado a última hora, la salida es en tromba como de costumbre. Esta vez me contuve bastante bien, no como el año pasado que se me fue la olla y me desfondé en el primer kilómetro. Tengo a José Prieto a la vista, pero no trato de seguirlo. A mi altura va David-León con un amigo y Diego, que me saluda y tiene ganas de charlar, pero en plena carrera mis pulmones no dan para mucho. Las dos vueltas al circuito con un recorrido muy variado (subidas, bajadas, escalones, puente, césped, carriles de tierra, losetas...) las hice a un ritmo bastante homogéneo, salvo las dos subidas al montecito donde es inevitable bajar una marcha. Me extrañó que la distancia total fuera un poco más larga que en las dos ediciones anteriores, (5.400 metros), pues no me di cuenta en qué parte fue la variante. Logré mejorar un poco la media del año anterior, aunque en la clasificación apenas se notó. Por cierto, una pena que sólo la disputáramos 90 personas: entre que es verano, algo temprano para algunos, en un parque un poco retirado y desconocido, las inscripciones las cierran demasiado pronto... En fin, para esto entre otras cosas sirve el blog, para tratar de darle más difusión a las cosas buenas.



Se suponía que al ser una carrera más corta y con más horas de descanso por en medio, aparte de tres semanas más de entrenamiento y sin cometer globerías como en San Fernando esta vez me tenía que haber salido mejor, pero las teorías no siempre se cumplen. Para empezar ya arrastraba algunas molestias en los gemelos desde el miércoles, fruto de los demasiados cambios de ritmos en el entreno de series. Allí me encontré por sorpresa con mi compañero de natación en la última edición del Desafío Doñana, Javi, que se está animando con los acuatlones y los triatones (otro fuera de serie que quedará siempre por delante mía). También andaban por allí los habituales en estos saraos: Antonio Mariscal, Óscar, Little y muchos otros del C.D. Chiclanero, por algo se tenía que notar que corrían en casa.



Ya en la salida se notaba que el personal tenía ganas de acabar prontito para disfrutar el resto del día en la playa: más de la mitad de los participantes iban a menos de 4 minutos el kilómetro, así como el que no quiere la cosa. Yo aguanto como puedo a un poco más, hago una transición lenta pero sin incidencias (despacito y con buena letra), y para el agua aún con las pulsaciones bastante altas. Las boyas tuvieron la genial idea de en lugar de un triángulo convencional hacer un embudo con dos pequeñas boyas en medio, las cuales no eran fáciles de divisar entre el oleaje y el chapoteo de los participantes, así que mucha gente se saltó alguna sin ánimo de sacar provecho de acortar el recorrido, sino por la confusión del momento. Como es habitual, la primera vuelta me cuesta un poco coger el ritmo, y ya en la segunda consigo ir un poco más entonado.



Salgo del agua más retrasado de lo que tengo previsto, me calzo las zapatillas y me coloco el dorsal lo más rápido que puedo y a darlo todo en el segundo sector a pie. Bueno, todo lo que se puede, que en este caso es menos que de costumbre, porque las piernas no dan para más. Apenas alcanzo a unos pocos, incluso llegando a meta me adelanta uno en el último momento. Vamos, que no acabo demasiado contento, aunque tampoco es que lo hiciera mal del todo: un par de minutos más que en San Fernando, siendo esta vez el tramo de natación un poco más largo.



Pues después de este manojo de pruebas, tanto esprintar y frenar me ha dejado un gemelo agarrotado durante una semana. Nada serio que no se esté arreglando con un par de días de descanso extra, un masaje de descarga, volver a los entrenos largos a ritmos más tranquilos y calentar y estirar de forma correcta. Lo más frustrante ha sido perderme por precaución el triatlón pirata de Rota, para evitar que la cosa vaya a mayores. Me hubiese hecho mucha ilusión repetir donde debuté en la distancia olímpica el año anterior, pero qué le vamos a hacer, otra vez será. Para consolarme en Agosto voy a tener dos pruebas muy especiales e inéditas para mí: la mini subida al Veleta y la travesía Rotalagua, ya os hablaré de ellas más adelante.