Fiel a mi filosofía austera y minimalista, no me lancé como loco a adquirir toda la parafernalia de material que rodea a esta modalidad tan sui generis. El terreno y el desnivel no eran excesivamente duros, así que me atreví a encararlo con mis zapatillas normales de carrera, sin bastones ni calzado especial. Los avituallamientos eran abundantes en cuantía y no demasiado separados entre ellos, así que tampoco consideré necesario ni la mochila con el tubito ni el cinturón para los bidones, con la botellita en la mano saldría del paso como buenamente pudiera. Únicamente, merced a una circular vía e-mail de última hora, llevé en la riñonera el frontal (gentilmente prestado por mi primo Gonzalo), pilas de repuesto (del cajón multiusos de mi madre) y la única inversión realizada: un silbato de 0,75 € en la tienda de desavíos de la urbanización en la playa.
Llegué a Cortes de la Frontera con tiempo de sobra, en esta ocasión sin Pilar por la lejanía y la duración de la prueba. Aproveché para elegir la música que normalmente no puedo escuchar: me despaché a gusto tanto a la ida como a la vuelta con mis viejos vinilos pasados a CD de Loquillo, no hay que renunciar a seguir siendo joven y rebelde. Me encuentro con Antonio y su mujer Esther, tras saludarnos y quedar para después, hago la recogida de dorsal y bolsa, y aprovecho los últimos minutos para el descanso previo del guerrero en la original piscina. Para que nos fuéramos aclimatando a la prueba, hasta el césped del alrededor tenía tanta pendiente que casi hay que clavar las toallas al suelo, je, je. Luego de un par de baños intercalados de tumbing, toca cambiarse, me dirijo a la salida en el campo de fútbol, allí me reencuentro con Antonio y Esther, y también conozco a Balbuej, lo reconocí gracias a su hijo. Nos deseamos suerte, aún hace un poco de calor, y salimos a correr a las 18:00 clavadas.
Las otras tres modalidades (Graza, 13 Km., Infinita, 42 Km., e Infinita Ultra, 42 Km. más todas las vueltas que dé tiempo al anillo de 5 Km. ¡hasta las 4 de la madrugada!) salen para la derecha, hacia el Parque de Grazalema. Los de la marcha Alcornok somos los únicos en salir hacia la izquierda, adentrándonos en el Parque de Los Alcornocales. Sí, he dicho marcha: nuestra prueba está considerada como marcha no competitiva. El que quiera la puede hacer corriendo, pero no gana el que llegue el primero, sino el que más cerca se quede de la marca media de todos los participantes. Muy original, pero un poco raro, la verdad. Pronto el grupo se parte en dos, los que salen corriendo y los que van andando. Antonio y yo nos quedamos de los últimos de los corredores, ya habíamos acordado antes de salir que las prisas para la ciudad, y que hoy tocaba disfrutar del campo.
Nada más salir del pueblo en bajada, hay que vadear un río seco, lo que significa bajar y subir andando. Hasta que no llegamos a la carretera no podemos correr un rato continuado. Luego toca atravesar una finca con un terreno muy irregular, fruto del barro pisoteado por las vacas, así que otra vez andando. Después llegamos a un carril sin fuertes pendientes y con buen firme, podemos correr casi todo el tiempo por él. Afortunadamente, casi siempre estamos a la sombra, y el sol no consigue castigarnos. Llegamos al primer avituallamiento, un poco más lejos de lo indicado (Km. 9,5), en aproximadamente 1h 10'. Allí está Esther esperándonos, además de hacernos fotos nos damos un buen banquete: devoramos las naranjas, sandías e isotónicos, y repongo agua, estamos allí parados cinco minutos.
Afrontamos la parte más dura del circuito, casi siempre subiendo, en la zona más frondosa del bosque. Aquí casi no corrimos hasta llegar al segundo avituallamiento, tenemos tiempo de sobra para admirar la belleza de la zona. En todo momento te sientes en un escenario de película, detrás de cualquier árbol te imaginas que puede aparecer un elfo, un orco o un ent de El Señor de Los Anillos, cuando pasas por los helechos para nada hubiera desentonado un velociraptor de Parque Jurásico, y cuando el silencio era interrumpido por las el crujir de las hojas pisadas por cualquier animal, te acuerdas de las manadas de lobos de El Hombre y la Tierra. Pues ni por esas nos decidíamos a correr, las pendientes nos hacían echar el freno de mano, poner la reductora y meter la primera marcha.
Salimos del bosque, el paisaje serrano se merece una foto para inmortalizarlo. Llega el momento culmen: un carril cortafuegos, con una pendiente muy pronunciada, su anchura nos despoja de la sombra protectora de los árboles (el de la foto es uno similar, para que os hagáis una idea). No queda otra que echar el cuerpo para adelante, apretar los riñones y subir con un paso lo más firme posible. Son cerca de dos kilómetros subiendo sin parar, es muy sufrido y se hace bastante cansino, no somos capaces de ir más rápido. Pasada la mitad del carril, incluso un marchador nos alcanza, es increíble el ritmo que es capaz de mantener. Llegamos al segundo avituallamiento (Km. 15) en poco más de 2 horas, nueva parada y zampamos plátanos, sandías, barritas e isotónicos como posesos.
Tras los cinco minutos de avituallamiento a conciencia, aprovechamos la zona más cómoda del circuito: carril muy ancho, firme bastante bueno, bajada continua pero suave. Por fin podemos levar el ancla, izar las velas, y poner las calderas a toda máquina: corremos durante una hora seguida, la velocidad tampoco es excesiva, ya se nota un poco el cansancio, pero comparado con el ritmo que llevábamos nos parece un progreso considerable. Adelantamos a un corredor al que se le ha atragantado la cuesta, al marchador frenético y a un corredor con las rodillas cascadas. Después de este tramo de carrera pura, comenzamos a cruzarnos con los del Infinita y la Infinita Ultra. Se les nota en las caras y en el paso que llevan que el tramo corto no era precisamente un paseo, tenía tanto o más desnivel acumulado que el nuestro en menos de la mitad de kilómetros. Llegamos al tercer avituallamiento, que es en el mismo sitio que en el primero, llevamos poco más de 3 horas. De forma ingenua, ése era el tiempo que a priori creía que íbamos a tardar en llegar a la meta, Antonio, más prudente y realista, ya me avisó que lo normal es que lo hiciéramos por lo menos en 4 horas.
Durante la paradita de rigor, el marchador nos vuelve a alcanzar, apenas para a comer y a beber y vuelve a arrancar, ya no lo volveríamos a adelantar. También llega el corredor de las rodillas cascadas, sale a la vez que nosotros y nos adelanta en la cuesta arriba, pero nunca lo perdemos de vista del todo. El carril que a la ida habíamos bajado ahora toca subirlo, evidentemente lo hacemos andando. En este tramo nos alcanza y adelanta en un suspiro otro buen marchador, éste llevaba la camiseta de los 101 Km. de Ronda (otro reto para el futuro), se le nota la categoría y nos deja con un palmo de narices. Cuando por fin acabamos la subida, corremos otro tramo pequeño, el de la cuesta atragantada se ha recuperado y nos adelanta. Nosotros alcanzamos al corredor de las rodillas, como tampoco podemos ir demasiado rápido, hacemos grupo con él.
Atravesamos la finca irregular, y ya está comenzando a anochecer. Charlando con nuestro nuevo compañero, nos enteramos que se llama Jose Manuel, antes de correr ha sido un buen ciclista, y también debuta en el trail. Tenemos que sacar los frontales, con la oscuridad cada vez cuesta más ver las cintas de plástico (por cierto, la señalización del circuito fue muy buena, en ningún momento se tiene la sensación de poderte perder). Llegamos a la carretera casi con noche cerrada, otro poco de trote y nos toca vadear el río completamente a oscuras. Menos mal que llevábamos los frontales, y aun así fuimos muy lentos, se nos hizo interminable este tramo final hasta el pueblo, íbamos bastante más solos que los de la foto. Corremos como buenamente podemos en los últimos metros, cruzamos a la vez los tres la meta en 4h 48'.
Nuevo atracón en el avituallamiento de meta, esta vez incluyendo a la fruta y los isotónicos bocadillos de chorizo y pavo cocido que nos saben a gloria. Comentamos con la organización nuestra enhorabuena por la prueba y la señalización, aunque también le indicamos que según el GPS de Antonio al final han sido 33 Km en vez de 29. Me despido de Antonio y Esther, y de Jose Manuel, su mujer y su hija. Aún me quedan casi dos horas de coche para volver a Fuentebravía, y cuando llego a la 1 y cuarto de la madrugada asalto con nocturnidad y alevosía la nevera, la demanda de calorías aún no he sido capaz de aplacarla.
En definitiva, bonito circuito, la experiencia ha merecido la pena, seguro que repetiré en el trail, equipándome de forma debida si el recorrido y las condiciones así lo exigen. El único pero que me pongo es el haber hecho corriendo menos de la mitad del recorrido, no me sentí tan exprimido como en las medias maratones. Fue un esfuerzo físico considerable en lo extensivo (circuito de 33 Km., 2.300 metros de desnivel acumulado, casi 5 horas de competición...) pero no noté el vacío interior que te deja un esfuerzo más intensivo. Además, mi pasado como senderista me ayudó mucho a aclimatarme al estilo de la prueba. De todas formas, está bien quedarme con el sabor de boca a medias, así repetiré en el trail antes y confío entonces en ser capaz de sentirme que he ido a tope todo el rato.